Amanecimos en Santiago con algo de bruma y niebla, presagio quizás de que habíamos acabado el viaje y solo nos faltaba a cada uno volver a nuestros destinos de partida.
Después de desayunar nos juntamos en la Plaza de Obradoiro para despedirnos, de nuevo emociones, abrazos y promesas de volver a encontrarnos en El Cavino.
Como todo gran viaje empezamos con un primer paso y acabamos algunos donde lo iniciamos, en la estación de Atocha de Madrid, después de un buen paseo en el autobús gran clase de la empresa Grandoure, la que nos ha acompañado todo el Cavino con buen servicio y excelentes conductores, tanto en el servicio como en la conducción.
Han sido días de caminar poco, reflexionar mucho y beber más, marinados con buena gastronomía y mejores paisajes, pero siempre con una gran organización por el gestor de la idea, Enrique López, siempre atento a las particularidades de cada uno.
Pero sin duda, lo mejor de todos estos días, han sido las risas y la amistad, por lo que brindo por el Cavino y todos sus Cavineros, con nuestro ya tradicional grito Cavinero,
“Hip, Hip, hurra”
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